lunes, 2 de enero de 2017

LA BITÁCORA DE LOS ARCANOS. El dragón de La Gotera.

Hace algunos meses, en una tarde tan triste como la espesa niebla que rodeaba mi casa, redescubrí en mis estantes uno de esos libros que, de cuando en cuando, reclaman la atención de su dueño para recuperar el protagonismo de tiempos pasados: Mitos y leyendas de la tierra leonesa (Matías Díez Alonso). Rápidamente me acomodé en el butacón y me sumergí entre sus páginas hasta encontrar una de mis leyendas favoritas: El dragón de La Gotera. Siempre me han fascinado las historias sobre el cuélebre, presentes en toda la cornisa cantábrica; esa criatura mitológica mezcla de dragón, serpiente, cocodrilo... que desde tiempos inmemoriales ha alimentado la imaginación de los pueblos astures. Hay referencias a esta bestia de la antigüedad por todas partes y no siempre tan al norte. En Ávila, en la Iglesia de San Vicente, en el subterráneo o cripta, señalan la marca en la roca del deslizamiento del cuélebre, con relación a San Vicente y Santa Cristeta. En el lago Curavacas, donde nace el río Carrión, se localiza el mito del cuélebre palentino relacionado con el rapto de una bella cristiana por un guapo moro, que se sintió castigado y prometió su conversión al cristianismo al ver morir a su amada en las fauces de la sierpe de Curavacas. 
Dragón en la Catedral de León
En la provincia de León las alusiones al cuélebre se hallan esculpidas en las piedras de muchos monumentos, como en la capilla de Santiago, en la propia catedral y en la tradición oral de pueblos como Getino, en su monte Faedo, relacionado con un pastor de La Mesta, o en el corazón del Bierzo, en Montes de Valdueza, representado en el retablo de la ermita de la Santa Cruz y vinculado a San Fructuoso. Pero la leyenda más impresionante sobre la sierpe de los tiempos antiguos se encuentra enraizada en el pueblo de La Vid, respaldada además por testimonios escritos cuya validez debe, a mi juicio, contar al menos con el beneficio de la duda. 


San Jorge y el Dragón en el edificio Botines, en León
Me estoy refiriendo al enigmático documento existente en el archivo de la basílica de San Isidoro (lugar de reposo de misterios tan extraordinarios como el Santo Grial) entre otros escritos publicados por el prior don Isidoro Viñuela, natural de La Vid, que contiene una información jurada que hace el abad don Pedro de Zúñiga y Avellaneda, de fines del siglo XVI, refe­rente a la ermita de San Vicente de La Gotera que dice: «... y que allí avía hecho una fragua y avía templado unas ciertas varras de yerro ardiendo y las avía echado al culebro, juntamen­te con unos flejos de lino y unos tocinos, y que estando todo junto lo avía tragado el dicho serpiente y que avía reventado, y que con la gran bramida que avía hecho los dos hermanos más chiquitos que avía dejado se avían pasmado y se avían muerto, y cuando él vino y los halló muertos, deter­minara volverse para su tierra de Tángere, y avía topado el Santo (se refiere a San Lorenzo) con una acémila la cual traía una piedra de alabastro a manera de munimiento, que la acémila no avía parado hasta donde ahora está la hermita fundada,
que es una tierra muy alta y avía oído decir el testigo que la acémila avía señalado las herraduras en las dichas sierras,
y ansí ha visto que llegan allí muchas gentes en romería por las fiestas de San Llorente y San Vicente y San Pelayo, y en otros días del año, y ha visto que las gentes que van a la Hermita beben del agua de la fuente que dicen de las Virtudes y alcanzan gran beneficio, lo uno porque dicen que la dicha fuente que está a un trecho de ballesta de la Hermita fue fundada de las lágrimas de los Santos peque­ños, que avían quedado quando el mayor fue a matar al culiebro».

 En este sorprendente documento, el abad prosigue su relato describiendo las tres ermitas que fueron sucesivamente construidas en aquel lugar: la primera armada con las costillas del cuélebre como armazón, la segunda como una ampliación de la primitiva que ya lleva unos arcos de monasterio y la última que es la que ha llegado hasta nuestros días. 
Los hechos descritos por el sorprendente testimonio del abad Don Pedro de Zúñiga se han transmitido también de padres a hijos por los habitantes, tanto de La Vid como de Villasimpliz, contando la existencia del culebro o cuélebre en las profundidades de la garganta de La Gotera, entre ambos pueblos, que plantaba su barriga en el Bernesga y exigía una oveja diaria para alimentarse.
Pero a un vecino de La Vid a quien le correspondía el turno de alimentar al culebro, como no tenía ovejas, se le exigió entregar a su hija. Esta se encomendó a San Lorenzo, que estaba guerreando en Tánger.
El Santo acudió a la llamada de la moza con sus dos hermanos más pequeños, Vicente y Pelayo, amasaron una torta con tierra carbonosa de sus pagos, cardenillo de cobre de La Profunda, unto de carro y se la dieron al culebro que se indigestó y así pudo matarlo con su lanza cuando abrió sus fauces al arrojarle desde la peña un feje ardiendo.
Los hermanos murieron asustados y les dio sepultura construyendo una ermita en lo alto de la Peña y allí un túmulo con el arca de alabastro que traía una acémila. Con las costillas del culebro fabricó el armazón de la ermita.


Manuel Cañón Ordoñez y su colección de minerales
Primero me acerqué a Villasimpliz, pueblo situado en el lado norte de la garganta y de la ermita y desde el cual también se puede subir hasta la peña.
Allí conocí a Manuel Cañón Ordóñez, un hombre entrañable que me indicó por donde serpenteaba el camino hasta mi objetivo. Resultó ser un ávido coleccionista de minerales, poseedor de una impresionante muestra de los compuestos más representativos del norte de España.
Me permitió disfrutar del privilegio de sostener en mi mano un mineral, la Villamaninita que, como su nombre indica, sólo existe en una de las minas cercanas a Villamanín y en ningún otro lugar del mundo.

La Villamaninita

 
Cueva del Dragón de la Gotera

Antes de ascender, me acerqué a la garganta donde, según la leyenda, vivía el cuélebre oculto en una profunda cueva al lado del Bernesga, todavía un simple arroyo, que está justo debajo de la peña donde se levanta la ermita.

Si realmente fue cierta su existencia, no cabe duda de que aquellas profundidades eran el lugar perfecto para establecer su cubil.
Ascendí desde La Vid por una empinada cuesta que atravesaba un precioso bosque de robles.
Antes de llegar a las rocas, un cartel de madera señalaba la fuente a la que la leyenda atribuye la seguridad del casamiento en un año de las mozas que bebiesen con fe de ella, sin embargo, a pesar de que la busqué para saciar mi sed, no la encontré.
Una vez en la parte rocosa, es necesario vadear un precipicio en cuya caliza se pueden contemplar las siete (número cabalístico de culto a la fertilidad) huellas de las herraduras de la acémila.

Huellas de la acémila en la roca.

La Vid desde la subida a la ermita
Diversas vistas de la ermita en la subida
La ermita está emplazada en todo lo alto de una verdeante campa y el paisaje que domina es impresionante, con el valle de Villasimpliz y Villamanín hacia el norte y el de Gordón al mediodía.
 Sus características vienen inmejorablemente detalladas en el libro de Matías Díez Alonso: “La ermita es románica, de un tosco románico rural, con bóveda de cañón y puerta de hierro embutida en un arco románico. El templo es de una sola nave y en su centro hay un túmulo que guarda su misterio. Está encalado y dicen las gentes que nadie pretenda desconchar el túmulo y abrir el arca que hay en su interior porque cegaría instantáneo.
A los pies del túmulo hay una hermosísima ara romana, donde su hueco superior de sacrificios lo han aprovechado con una tapa de hierro para depositar por su ranura las limosnas dinerarias.
Añadir leyenda

El ara presenta una inscripción esculpida en la piedra que dice así: DEIS E (a los dioses de) OVEVNV (Oveunu) JULIVS (Julius) REBVRRVS (Reburrus) VSLM (Hace esta ofrenda con gusto por mérito. Votum Solvit Libens Mérito) Merece la pena que se abra el túmulo, que de seguro contiene los restos y quizá armas y ánforas del jefezuelo indígena Oveunu. a quien Julius Reburrus dedica el ara romana.

Tuvo que ser un jefezuelo astur, porque si hubiera sido un jefezuelo romano los indígenas no hubieran respetado el túmulo. El sepulcro es muy grande, de 2,25 metros de largo, un metro de ancho y 1,15 metros de alto. Por enriquecimiento de la cultura arqueológica y con los requerimientos legales cumplidos, debe ser abierto este túmulo. En los muros de la ermita existe un pergamino colgado y expuesto al constante deterioro apreciándose su lectura que dicen ser el original, sobre concesiones de indulgencias por prelados para los devotos que visiten la ermita de San Vicente y San Lorenzo de La Gotera, la fecha es de 1598."

Cuélebre. Alberto Álvarez Peña,
en ÁLVAREZ PEÑA,
A, Mitología asturiana.  Urriellu
¿Existió realmente el cuélebre? Son tantos y tantos los signos y testimonios que dan fe de la existencia de algún tipo de bestia de gran tamaño de aspecto reptiliano, que no puedo evitar caer en la tentación de creer que nuestros antepasados, los astures, tuvieron que convivir y luchar, a lo largo y ancho de la cordillera, con estas alimañas. He de confesar que, cuando me acerqué a la garganta de La Gotera para sacar fotos de la guarida del dragón, un escalofrío recorrió mi espalda como un atávico y primitivo instinto de alerta contra la sierpe, tatuado en nuestro ADN desde la noche de los tiempos.

Senén Villanueva Puente





Para saber más:

Mitos y leyendas de la tierra leonesa (Matías Díez Alonso)
Blog: El reino olvidado. http://reinolvidado.blogspot.com.es
Blog: Aturiense provincia indígena. http://asturiense.blogspot.com.es
Blog de Manuel Cañón Ordoñez: http://mineralesdeleon.blogspot.com.es


1 comentario:

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