domingo, 4 de diciembre de 2016

LA BITÁCORA DE LOS ARCANOS. El sanatorio de Viana de Cega.


El horrendo edificio se adivinaba entre los pinos, a medida que me aproximaba por la carretera. Una estrecha pista me acercó hasta las inmediaciones, donde una alambrada, que impedía el paso de los vehículos, me obligó a continuar a pie. 
Aparqué el coche de espaldas al lugar, por si tenía que salir a toda prisa, tal era el estado de tensión con que afrontaba la visita.
Todas las barandillas, marcos y demás partes de la construcción que no fuesen ladrillo y hormigón habían sido arrancadas y los graffittis invadían las paredes y muros, como advertencias a los inoportunos visitantes que perturban la macabra tranquilidad del lugar.
Mientras rodeaba el edificio, sin quererlo, me encontré imaginándolo en todo su esplendor, cuando, en la década de los cincuenta, había sido abierto como hospital de tuberculosos, con los pacientes paseando por el impresionante pinar o relajándose en la piscina.
Me preguntaba por qué, inexplicablemente, en 1.963 se había cerrado a cal y canto, tras trasladar los enfermos a otros lugares y por qué, a pesar de reabrirse en 1.970 para atender a menores deficientes, en 1.982 había sido abandonado definitivamente.
Hay lugares que desprenden maldad y mis sentidos lo estaban percibiendo. Mientras tomaba fotos, no podía evitar mirar a un lado y a otro, pues en todo momento tuve la sensación de ser observado por decenas de caras.No estaba solo, seguro.
Qué sufrimientos no habrían tenido que pasar aquellas personas indefensas en aquel inquietante entorno... Si la propia negatividad del sitio no fuese ya suficiente, el 22 de julio de 1.992, dos días después de su desaparición, el cadáver de la joven de 17 años, de Viana de Cega, Leticia Lebrato, había sido hallado en aquel pinar, violada y con once puñaladas en tórax y cuello. El monstruo que la asesinó, Pedro Luis Gallego, fue condenado a 273 años de prisión, pero fue puesto en libertad en 2.013 al quedar derogada la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo, como un insulto a la decencia humana.
Quizá todo lo tétrico que aquel sanatorio transmitía, era una forma de manifestar su deseo de venganza por todas las injusticias que sus paredes habían tenido que presenciar; una rabia que impregnaba su estructura y su entorno, contagiándolo todo.

Decidí entrar. Los pasillos estaban llenos de escombros, objetos y papeles.
Me parecía oír extraños ruidos por todas partes, pero como tenía tanto miedo no pude sacar ni una sola foto.
Paseé sin prisa pero sin pausa por aquellos corredores de la planta principal. No me atreví ni a bajar al sótano ni a subir a otro piso.
Salí temblando y, simplemente, me largué de allí.
Subí al coche y arranqué, sin dejar de vigilar aquellas oscuras ventanas por el retrovisor. 
Aún hoy, de vez en cuando, reviso las fotografías para ver si en ellas descubro algún rostro o algún mensaje, implorando justicia...



Senén Villanueva Puente




  





















3 comentarios:

  1. Hola, yo trabajé como profesora en este sanatorio cuando la Diputación Provincial de Valladolid hizo un Patronato para atender a los menores deficientes de la provincia, muchos de ellos eran internos. Las instalaciones eran enormes a pesar de tener un buen número de alumnos (en aquellos tiempos no existía. La parte que daba a la carretera con sus enormes galerías era muy soleado y alegre, sim embargo la parte posterior, que no utilizábamos era un poco tétrica, continuaban los despachos médicos y había instalaciones que permanecían como cuando era Sanatorio. El entorno, con el fabuloso pinar rodeándole, nos permitía aprender al aire libre con los alumnos.
    Supongo que el traslado se debió al alto coste económico que suponía mantenerlo y también Al hacerse cargo al del centro el Ministerio de Educación y Ciencia.
    Un año se celebró allí Pingüinos, el encuentro Montero, y después el declive ha sido terrible. Una verdadera pena.
    Me ha gustado que lo rescatases de mi memoria. Un saludo.

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    1. Muchísimas gracias por tu comentario. A veces, tengo la sensación de que nadie lee lo que escribo. Evidentemente, me confundía. El edificio es impresionante y mientras paseaba por allí me imaginaba todo en pleno funcionamiento y lleno de historias y experiencias personales. Ahora, por desgracia da mucho miedo...

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